Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
LA CRONICA DEL PERU



Comentario

En que se concluye la relación de los indios de la provincia de Puerto Viejo y lo demás tocante a su fundación, y quién fue el fundador


Brevemente voy tratando lo tocante a estas provincias del Puerto Viejo, porque lo más substancial lo he declarado, para luego volver a los aposentos de Tumebamba, donde dejé la historia de que voy tratando. Por tanto, digo que luego que el adelantado don Pedro de Albarado y el mariscal don Diego de Almagro se concertaron en los llanos de Ríobamba, el adelantado don Pedro se fue para la ciudad de los Reyes, que era adonde había de recebir la paga de los cien mil castellanos que se le dieron por el armada. Y en el ínterin el mariscal don Diego de Almagro dejó mandado al capitán Sebastián de Belalcázar algunas cosas tocantes a la provincia y conquista del Quito, y entendió en reformar los pueblos marítimos de la costa, lo cual hizo en San Miguel y en Chimo; miró lugar provechoso y que tuviese las calidades convenientes para fundar la ciudad de Trujillo, que después pobló el marqués don Francisco Pizarro.

En todos estos caminos verdaderamente (según que yo entendí) el mariscal don Diego de Almagro se mostró diligente capitán; el cual, como llegase a la ciudad de San Miguel y supiese que las naos que venían de la Tierra Firme y de las provincias de Nicaragua y Guatimala y de la Nueva España, llegadas a la costa del Perú, saltaban los que venían en ellas en tierra y hacían mucho daño en los naturales de Manta y en los más indios de la costa de Puerto Viejo, por evitar estos daños, y para que los naturales fuesen mirados y favorescidos, porque supo que había copia dellos y adonde se podía fundar una villa o ciudad, determinó de enviar un capitán a lo hacer.

Y así, dicen que mandó luego al capitán Francisco Pacheco que saliese con la gente necesaria para ello; y Francisco Pacheco, haciéndolo así como le fue mandado, se embarcó en un pueblo que ha por nombre Picuaza, y en la parte que mejor le paresció fundó y pobló la ciudad de Puerto Viejo, que entonces se nombré villa. Esto fue día de San Gregorio, a 12 de marzo, año del nascimiento de nuestro redentor Jesucristo de 1535, y fundóse en nombre del emperador don Carlos, nuestro rey y señor.

Estando entendiendo en esta conquista y población el capitán Francisco Pacheco vino del Quito (donde también andaba por teniente general de don Francisco Pizarro el capitán Sebastián de Belalcázar) Pedro de Puelles, con alguna copia de españoles, a poblar la misma costa de la mar del Sur, y hubo entre unos y otros, a lo que cuentan, algunas cosquillas, hasta que, ida la nueva al gobernador don Francisco Pizarro, envió a mandar lo que entendió que convenía más al servicio de su majestad y a la buena gobernación y conservación de los indios. Y así, después de haber el capitán Pacheco conquistado las provincias y andado por ellas poco menos tiempo de dos años, pobló la ciudad, como tengo dicho, habiéndose vuelto el capitán Pedro de Puelles a Quito. Llamóse al principio la villa nueva de Puerto Viejo, la cual está asentada en lo mejor y más conveniente de sus comarcas, no muy lejos de la mar del Sur. En muchos términos desta ciudad de Puerto Viejo hacen para enterrar los difuntos unos hoyos muy hondos, que tienen más talle de pozos que de sepulturas; y cuando quieren meterlos dentro, después de estar bien limpio de la tierra que han cavado, júntase mucha gente de los mismos indios, adonde bailan y cantan y lloran, todo en un tiempo, sin olvidar el beber, tañendo sus atambores y otras músicas, más temerosas que suaves; y hechas estas cosas, y otras a uso de sus antepasados, meten al difunto dentro destas sepulturas tan hondas; con el cual, si es señor o principal, ponen dos o tres mujeres de las más hermosas y queridas suyas, y otras joyas de las más preciadas, y con la comida y cántaros de su vino de maíz, los que les parece. Hecho esto, ponen encima de la sepultura una caña de las gordas que ya he dicho haber en aquellas partes, y como sean estas casas huecas, tienen cuidado a sus tiempos de los echar deste brebaje que estos llaman azúa, hecho de maíz o de otras raíces; porque, engañados del demonio, creen y tienen por opinión (según yo lo entendí dellos) que el muerto bebe deste vino que por la caña le echan. Esta costumbre de meter consigo los muertos sus armas en las sepulturas y su tesoro y mucho mantenimiento, se usaba generalmente en la mayor parte destas tierras que se han descubierto; y en muchas provincias metían también mujeres vivas y muchachos.